Columna de Opinión del Profe Cristián López.
En nuestro país se viven tiempos donde la inteligencia del ciudadano común se ve desafiada diariamente por la cantidad de sobreinformación con fuentes imprecisas e intencionalidad cada vez más sospechosa, resulta al menos interesante preguntarnos por un tipo de relato, concepto, actitud que enfocado desde la ciudadanía resulta al menos paradójico: el concepto de ignorancia. ¿Cómo reacciona la ciudadanía frente a esta sobreinformación? ¿Hay ignorancia sistémica, instalada, o provocada? ¿No es relevante dedicarnos un minuto a validar fuentes, comprobar, rumiar, masticar, procesar y guardar la información? En los últimos tiempos esta palabra ha sido y es utilizada de manera pedante, soberbia y discriminatoria por quienes eventualmente han perdido alguna elección democrática, llamando “ignorante” a quienes optaron por una opción distinta. Al parecer, en nuestros días, existe una modificación en su significado más filosófico por lo tanto considero un buen ejercicio detenernos en algunas consideraciones necesarias, y para eso timaremos como referencia la coyuntura nacional.
En escenario nacional cotidiano se caracteriza por la viralización de cualquier tipo de información, que aparece o se instala como tema de debate nacional resulta al menos llamativa que nos preguntemos por la forma en como la ciudadanía (no solo mera audiencia) recibe y procesa toda esa avalancha informativa. Veamos la relevancia que ha adquirido (y en hora buena que se instale, aunque sea superficialmente) la corrupción y lo que en profundidad se denuncia, la existencia y sobrevivencia de una clase, elite, estirpe, o como usted quiera llamarla que utiliza al Estado y los recursos públicos como botín permanente, olvidando por completo la idea del servicio y el desarrollo de una comunidad. Lo terrorífico es que partir de estos actos se trate o pretenda instalar la idea de que este fenómeno de las Fundaciones creadas dos meses o dos semanas o dos días antes de una licitación es una creación de los últimos tres o cinco años, pues ahí se transforma obviamente y sin duda alguna en otro desafío a la inteligencia. Más patético aún es esforzarse por instalar la idea de que la corrupción solo apareció ahora y no existió nunca, es decir, lo que seguro se descubrirá (eso espero) con los casos Fundaciones en la última década no debe ser sino la suma de lo que ya sabemos ha ocurrido con SOQUIMICH, Ministerios, Licitaciones, FFAA, CEMA CHILE, Penta, Gobernaciones, Viáticos, Asignaciones en el Senado y un largo etc.
Lamentablemente sabemos además que la dinámica de la Fiscalía Nacional y los medios de comunicación no es precisamente un aporte a la información, transparencia y construcción de la memoria colectiva respecto de la corrupción, que permita percibir una luz de esperanzador criterio para nuestro alicaído, endeble, inestable, pero servil y útil para algunos pocos sistema político, es más fiscales y prensa aparecen como cómplices encubridores más que denunciantes fiables. En síntesis, si el tema denunciado fuese realmente importante ya habría cambios, pero sabemos también que si no importa esa importancia se diluirá y cambios no habrá, ni se avanzará un solo milímetro. En términos simples, eso es lo que se conoce como voluntad política real, cuando el tema importa se considera y se actúa presurosamente incluso con conferencias de prensa, si no importa o no conviene queda de lado, da lo mismo si hay millones de chilenos que siguen y seguirán sufriendo por ejemplo con pensiones miserables.
Lo que mueve la intención de este escrito es tratar de reconocer que ocurre con la reflexión de la ciudadanía sobre estas utilizaciones de la información sin caer, por cierto, en la pedantería de llamar “ignorantes” a quienes no piensen como yo, sino que atender a la reacción respecto a la información que permite realizar diagnósticos en temáticas que son (se supone) de interés nacional, ¿existe ignorancia respecto de lo nacional? ¿las personas no hacen diagnósticos? ¿de verdad hay ignorancia? El gran Sócrates le otorgó un valor muy importante a un tipo específico de ignorancia, aquella que reconocida y asumida nos significa aparte de la actitud filosófica básica, el inicio del camino hacia el saber y por ende a la verdad, la que es por cierto propia de quienes aman la Filosofía, de ahí la afirmación “Solo sé que nada sé”. Reconoce además el ateniense una “ignorancia necia” que es aquella que nos aleja de la verdad, aquella donde “se cree saber” pero en realidad “no se sabe”.
Pero ¿cómo enfocamos la ignorancia hoy en día?, esta interrogante nace de la inquietud que me provocó la opinión del profesor José Maza en una entrevista en televisión y la reflexión que hizo también en TV el periodista español José Quinteros que por estos días se ha repartido por redes sociales. Ambos en términos muy simples afirman que la ignorancia actual es perturbadora, a decir lo menos, pues como afirma el astrónomo chileno, el ignorante de antes era más humilde, se quedaba callado, en cambio el actual hace gala de su ignorancia estableciendo que tiene razón de lo que dice, sin haber contrastado sus ideas con textos o teorías distintas, ese ser utiliza lo que le conviene para el fin que desea instalar, no con un afán académico o de amplitud de perspectivas real, es más lo publica, lo viraliza y lo defiende a todo evento. Por otro lado, el presentador español Quinteros habla de la ignorancia como un elemento frívolo, dice que “los analfabetos de hoy son peores que los de antes pues los de hoy sí han tenido acceso a la educación, saben leer y escribir, pero no ejercen” y que hacen gala por ejemplo de “no haberse leído un puto libro en su jodida vida y de no importarle nada lo que pueda oler a cultura”. Como una denuncia dice que los canales de televisión cuidan a este tipo de analfabetos pues son un buen nicho para ofrecer contenido de baja calidad “pensados para un agente que no lee, que no entiende, que quiere que la diviertan o que la distraigan, aunque sea con los crímenes más brutales o con los más sucios trapos de portera”. Sostiene que gran parte de los contenidos son básicos, frívolos para que esta nueva mayoría en el mundo puedan entenderlos y digerirlos.
No sé si usted comparte este diagnóstico tan crudamente lapidario, pero nos plantea aparte de tareas y desafíos un enfoque si usted quiere absolutamente narcisista de la ignorancia, como un disfrute o placer para mostrar y enrostrar al mundo. ¿será que la ignorancia hoy es una opción, una decisión hasta una opción de trabajo o profesión? Bueno, busquemos ideas y confrontemos, lo que no es duda es que esta es una tarea inevitable especialmente para quienes desde la pedagogía y la Filosofía fomentamos todo los contrario a esta “ignorancia actual”, como dijo el mismo Sócrates si bien no puedo enseñarles nada al menos puedo hacerles pensar. ¿es acaso que la mayoría ciudadana prefiere ser ignorante? ¿O que quizás es una repuesta ante la abrumadora realidad y existencia? ¿es mejor y más cómodo ser y permanecer en la ignorancia? Pues manos a la obra, pero como siempre debemos partir por casa, entonces ¿Y usted es ignorante? Y si lo es ¿qué clase de ignorante es? Comencemos la discusión.