Columna de Opinión – Eduardo Fuentes – Periodista
En la vorágine de la rutina diaria, a menudo nos vemos inmersos en nuestras actividades, preocupaciones y responsabilidades, simplemente en el día a día, con la problemática de no detenernos a contemplar la verdadera fragilidad de la vida. Sin embargo, un suceso impactante puede sacudir nuestra perspectiva y recordarnos lo frágil que puede ser nuestra existencia.
El reciente accidente ocurrido el viernes 5 de julio en la comuna de Paine, donde un bus y un camión colisionaron, cobrando vidas de vecinos y vecinas de Mostazal, es un trágico y doloroso recordatorio de la vulnerabilidad a la que todos estamos expuestos. En un instante, en un abrir y cerrar de ojos, todo puede cambiar de manera irrevocable.
Cada día nos enfrentamos a distracciones y preocupaciones que nos alejan de apreciar los momentos simples y valiosos de la vida. Nos creemos inmortales, ignorando que la muerte es una certeza inherente a la existencia humana.
Es en estos momentos de crisis y tragedia que somos confrontados por la crudeza de la realidad, recordándonos que la vida es frágil y preciosa.
Nos enfrentamos a nuestra propia mortalidad, a la incertidumbre del futuro y a la necesidad urgente de valorar cada instante, cada encuentro y cada experiencia como si fuera el último.
Es necesario detenernos a reflexionar acerca de la belleza de la vida, aprovechar cada segundo para expresar amor hacia quienes nos rodean.
En memoria de quienes perdieron sus vidas en este trágico accidente, honremos su legado recordando que el tiempo es un regalo precioso que no se puede recuperar. Aprendamos de la lección que nos brinda la vida en un segundo, y abracemos la oportunidad de vivir plenamente, amar intensamente y dejar una huella positiva en el mundo.