Por: Alejandro Dinamarca
Magíter en Ciencias Microbiológicas, doctor en Biología Molecular – Investigador principal, Centro de MicrobioInnovación, UV
En diciembre de 1976, un brote inédito de neumonía atípica sacudió a la comunidad médica y al público general durante la convención de los Legionarios de América en un hotel emblemático de Filadelfia. Cerca de 223 asistentes se vieron afectados, y 30 de ellos fallecieron debido a una infección que no encajaba en ninguna categoría conocida. Este evento desató temor ante la posibilidad de una nueva pandemia y dejó perplejos a los expertos, quienes inicialmente pensaron que el brote podía estar relacionado con la fiebre Q, causada por bacterias del género Rickettsia transmitidas por insectos.
En medio de la incertidumbre, el joven microbólogo Joseph McDade, del Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC), se dedicó a investigar el origen del brote. Durante las fiestas de fin de año, mientras otros descansaban, McDade decidió volver al laboratorio y reevaluar los procedimientos utilizados. Su enfoque crítico y metódico, basado en los postulados de Koch, lo llevó a cuestionar el protocolo estandarizado del CDC, que incluía el uso de una mezcla de antibióticos para enriquecer muestras y eliminar bacterias no relacionadas con la fiebre Q. Al modificar este procedimiento, logró aislar un microorganismo desconocido: una bacteria en forma de bastón, a la que denominó Legionella.
El descubrimiento de McDade marcó un hito en la microbiología, no solo por identificar una nueva bacteria, sino por revelar una forma de transmisión completamente inesperada. Tras descartar la intervención de insectos o contagio de persona a persona, el equipo del CDC centró su atención en los sistemas de aire acondicionado y climatizadores del hotel. Al analizar los filtros y aguas de refrigeración, confirmaron que Legionella se propagaba a través de aerosoles generados por estos sistemas, infectando a quienes se encontraban en espacios cerrados.
Este hallazgo desencadenó un cambio de paradigma en el estudio de enfermedades infecciosas y en la gestión ambiental de espacios habitados. Posteriormente, el microbólogo Carl Fliermans descubrió que Legionella habita en ambientes naturales templados, formando biopelículas en aguas termales y asociándose con algas. Estos avances permitieron desarrollar estrategias de monitoreo, tratamiento y prevención de brotes.
El impacto de la legionelosis, ahora reconocida como una enfermedad global, sigue creciendo. El aumento demográfico, el cambio hacia estilos de vida en espacios cerrados y el calentamiento global han favorecido su diseminación. En 2022, un estudio liderado por la microbóloga española Rosa Cano-Portero, del Instituto de Salud Carlos III, reveló un aumento del 43 por ciento en los casos reportados en España respecto a 2021, afectando principalmente a hombres mayores con factores de riesgo como el tabaquismo.
El descubrimiento de McDade en la Navidad de 1976 no solo salvó vidas, sino que destacó la importancia de la reflexión científica y de cuestionar los procedimientos establecidos. Este episodio nos recuerda que el avance científico, impulsado por la dedicación y la innovación, puede surgir en los momentos más inesperados, incluso durante las festividades. La legionelosis se erige hoy como un desafío asociado a la modernización y al cambio climático, subrayando la necesidad de mantener sistemas de climatización en condiciones óptimas y de fomentar estilos de vida que privilegien el contacto con el aire libre.