Columna de Opinión del Profe Cristián López
Uno de los temas más interesante y complejos de la reflexión filosófica es la pregunta por “la muerte”, no solo por lo que provoca en lo más profundo de los sentimientos humanos al tratar de abordarla, pensarla y responderla sino porque cuesta (o no deseamos) aterrizarla al momento actual que vivimos, preferimos observarla desde lejos, como algo que quizás inconscientemente y culturalmente asumimos debiese y queremos que ocurra en un futuro lejano, cuando ya tengamos mas de 6, 7 u 8 décadas en el cuerpo.
En la historia de la Filosofía es un tema recurrente, quizás más sistematizado por la escuela existencialista desde perspectivas distintas sobre la “angustia existencial” (Kierkegaard, Marcel, Sartre, Camus, Heidegger, etc.) que a partir de la pregunta por “la muerte” desarrollan sendas reflexiones sobre el sentido de la existencia, la subjetividad, la vida en comunidad y de pasada un encuentro inevitable con “la muerte” desde la reflexión más sensiblemente humana posible. Heidegger define al ser humano como “un ser para la muerte”, resulta totalmente entendible que cualquier persona que se enfrenta a esta máxima sin mayor profundización de ella y de su autor podría considerarla como un reduccionismo contradictorio y pesimista, sin embrago, con molestia o no de algunos, encierra la única certeza real de toda la existencia humana, que vamos “a morir”
No es propósito de este texto hacer un repaso de las distintas evoluciones ni las perspectivas culturales o religiosas de “la muerte” y su trascendente significado, sino que es un llamado a situarnos frente a este concepto de ser finito y de qué forma somos y estamos realmente conscientes de este hecho incuestionable. Tampoco es la idea realizar una crítica a la forma en cómo en la actualidad se ha transformado “a la muerte” en un negocio ceremonioso, solo interesa que Ud. se pregunte en primer lugar si es un tema relevante o como establece aquel adagio popular “mejor no habla de ciertas cosas”.
La muerte nos acompaña desde que nacemos, convive con nosotros y es parte de la condición humana básica, es parte central de muchos y variados debates respecto de sus humanas dimensiones y formas sociales e institucionales: el suicidio, la pena de muerte y la eutanasia. Nos hace cuestionarnos sobre la calidad de vida y la dignidad de las personas, nos desafía inevitablemente a preguntarnos por la vida, por cómo vivimos, sobre lo que priorizamos, sobre cómo nos relacionamos y también, por cierto, nos plantea nuestra relación con las creencias religiosas respecto de la vida después de la muerte, la trascendencia es su sentido más amplio y variado posible, en fin, nos lleva a plantearnos el problema de como vivimos y salimos a enfrentarnos a los otros, desde nuestro subjetivo y solitario túnel, como diría nuestro amigo Juan Pablo Castel.
Quizás debiésemos partir por asumir que la muerte no es un problema que debamos resolver o solucionar, sino que lo que no nos puede ocurrir es que como dice Morin “el hombre ha olvidado demasiado a la muerte”. Lo paradójico de nuestra cultura es que uno de sus dichos populares un tanto olvidado en nuestros días nos decía todo lo contrario, “te creí la muerte”, frase dicha con explicita a quien ostentara alguna situación en que se destacara e hiciera explicita la situación frente al resto, un hecho al menos paradójico. Entonces para finalizar y comenzar ¿Ud. se cree la muerte?…..