Por Manuel Polgatiz – Periodista

Cuando niño mi único gran regalo para navidad, era la camiseta de O’Higgins. Jamás durante toda mi feliz infancia en población William Braden, le pedí otra cosa al viejo pascuero.

Año trás año, el máximo deseo era vestir la indumentaria “Celeste” y salir a jugar con amigos el 25 de diciembre en la mañana, muy temprano, en la cancha polvorienta de mi sector, que para nosotros, mocosos sucios y famélicos, era el estadio El Teniente atiborrado de hinchas que coreaban nuestros nombres.>
Pero el sueño de jugar y disfrutar en el pasto del principal recinto, solo lo cumplen algunos, esos que le ganaron la batalla a la displicencia y triunfaron en la adversidad del rigor y disciplina. Porque para brillar en el fútbol y en la vida, la resposabilidad y motivación, son pilares fundamentales e inclaudicables.
Por eso, cuando el “Toño” Díaz lanzó el centro diagonal hacia el área de Everton y atrás de todos (sin marca) apareció en el piso Esteban Alex Calderón González, esos recuerdos surgieron como una estampida en mi mente y estoy seguro que también en la de él.

Cientos de entrenamientos. Días de agobio y cansacio. Frío, lluvia y problemas para desplazarse. Técnicos formadores y representantes maliciosos. Ansias de éxito y riesgo de fracaso. Todo eso existe en la carrera de un joven que presenta sus cartas ante el mundo deportivo nacional.>
Sus expresivas lágrimas y emoción, luego de anotar el primer gol profesional, son un mensaje para los niños que vienen, que entrenan durante la semana en el Monasterio y abrigan el mismo plan.

Allí está el camino y el amor a la camiseta. Calderón, sin quererlo, nos transmitió a todos los fánticos su misma alegría y felicidad. Nos empujó a creer que sí se puede, cuando se quiere. Que este equipo puede levantarse en momentos de apremio y que el liderato que hoy ostenta, no es casualidad.

Partidos como los del sábado, no era extraño perderlos en tiempos pretéritos, pero ahora hay un componente distinto e inconmesurablemente importante: parece que todos y todas, están remando para el mismo lado.

¡Felicitaciones!