Columna de Opinión de Javier Ignacio Tobar – Abogado – Académico
Se nos enseña desde niños que la democracia es un sistema de Gobierno para el pueblo, por el pueblo y con el pueblo, en que los representantes son elegidos por el mismo en procesos reglados en que el voto de cada uno vale lo mismo que el del otro. Es el único momento en que todos somos iguales y nuestros pensamientos, aspiraciones y sueños vales lo mismo. Las democracias liberales se caracterizan, además, por contar con aspectos tales como la separación de poderes (Ejecutivo, Legislativo y Judicial), la libertad de prensa e información y la de desplazamiento, en que el Estado está limitado, precisamente, por el reconocimiento de esos derechos fundamentales de los ciudadanos. Esta es la definición orgánica. Es la hipótesis con que crecemos en nuestros acervos políticos. La pregunta es si acaso es una definición atemporal e inmutable o si acaso esta admite modificaciones de acuerdo con los tiempos, que sí cambian juntos a las percepciones morales de cada cual.
Lo curioso de todo esto es el cómo se percibe la democracia en Chile. Generalmente escuchamos que es una de tipo “imperfecto”, que los acuerdos se celebran de espadas al “pueblo” (“la cocina”) o que “faltan espacios de participación”. Habría que detenerse en cada uno de estos aspectos para definirlos, estudiarlos y categorizarlos, pues todos ellos entregan opciones diferentes para sopesar el carácter de la democracia chilena. ¿Imperfecta? Puede ser – al menos sí lo fue durante la primera época luego de la Dictadura –. ¿Acuerdos de espaldas al pueblo? No hay que olvidar que, a diferencia de la Ateniense, nuestro sistema, como en todas las partes donde existe, es de carácter representativa, razón por la cual son las personas quienes hemos elegido las responsables de adoptar las decisiones. ¿Faltan espacios de participación? Complejo, más aún considerando que en las dos últimas elecciones participó un 43% de la población habilitada, mientras que en la segunda, sólo un 20%. Es decir, en la de los Convencionales Constituyentes 6 de 10 chilenos, mientras que en la segunda vuelta de los Gobernadores, sólo 2 de cada 10 cumplió con el deber cívico. Las causas de aquello también son tema de otra columna. ¿Mala oferta de ideas? Esa es otra opción. ¿Nubarrón de los partidos políticos? También.
De todos los calificativos que se le atribuyen a nuestra democracia, nadie habla de su “complejidad”, que es lo que está ocurriendo también en otras latitudes. A la hora de explicar cómo desaparecen las democracias, nos incomoda pensar que puede haber formas de debilitamiento que no nos resulten familiares, sin precedentes y, por lo tanto, difíciles de prevenir. De esta manera, lo primero que hay que analizar es el modo en que se degradan las democracias. Mounk propone hablar de la “desconsolidación” del sistema, llamando la atención en que el hecho es más vulnerable de lo que pensamos y más inestable de lo que inicialmente creímos.
En definitiva, lo que existe en nuestro país, es la posición de algunos descontrolados alaridos que, presos de la “embriaguez electoral”, y de una soberbia fundada en el desplazamiento de las élites y que, mezclada con nuestra decepción por expectativas mal generadas y creídas a pie juntillas, tiene que ver con situaciones para las cuales no estamos capacitados para procesar, que es a lo que denomino “complejidad”. Pero todo sería más sencillo si pudiéramos distinguir con nitidez entre “inocentes” y “culpables” (y de paso situarnos en el “bando correcto”), pero lo anterior exige tener un objetivo común que hoy no existe, menos con grupos atribuyéndose “la voz del pueblo” (como si fuera la única) y con programas presidenciales añejos. El escenario es difícil, además, porque hay muchas trampas en la que nosotros mismos (electores, y opinión pública) hemos caído y en cesiones que hemos otorgado. De ahí la relevancia del periodismo independiente.
En caso de que los nuevos grupos no entiendan estas complejidades y sigan actuando como en política universitaria y algunos miembros de la Convención no se ajusten a las reglas y crean que está en un “Tercer Estado”, seguiremos inmersos en un debate de bajo nivel, falso y maniqueo. Y la democracia ya no será sólo “compleja”, sino que pasará al carácter de “amenazada”. El derecho sin formas, son meras declaraciones de voluntad.