Columna de Opinión – Maximiliano Salazar – Comunicador Social
Las redes sociales llegaron a ocupar un lugar esencial en nuestra vida, abriendo una puerta que hoy ya no podemos cerrar. Si hablamos de sus beneficios, nos resulta sencillo mencionar algunos como el acceso a la información, la comunicación con familiares, el reencuentro de personas en el mundo, el entretenimiento o incluso su impacto en campañas sociales. Sin embargo, cuando nos preguntamos qué es lo malo, la respuesta deja de parecer tan simple.
Entre los riesgos más evidentes están las fake news, los ataques de “haters” desde perfiles falsos y la venta de nuestra información personal a anunciantes. Este último aspecto suele minimizarse, ya que muchos piensan: “¿A quién podría interesarle mi información personal?” o lo ven como una lejana teoría conspirativa. Lo cierto es que estos servicios no son gratuitos.
El documental de Netflix El dilema de las redes sociales nos invita a reflexionar sobre este tema y aporta antecedentes que nos ayudan a esclarecer algunas inquietudes de este fenómeno, en voz de protagonistas que fueron parte de estas herramientas.
Este servicio no es gratuito, el precio lo pagamos nosotros, los usuarios, al poner nuestra atención y al brindar nuestros datos personales, que luego son analizados y vendidos a anunciantes.
Sabemos que esto puede parecer irrelevante para encender las alertas sobre el impacto de las redes sociales, pero estas también generan daños sociales y emocionales en las personas. Nos proporcionan dopamina sin mayor esfuerzo a través de los comentarios, los ‘me gusta’ y la interacción social que obtenemos con ellas.
Según un artículo de HuffPost, el psicólogo Manuel Armayones, investigador del eHealth Center de la UOC, advierte que “las redes están diseñadas para proporcionarnos dopamina y no dejarnos pensar”. Esta dopamina genera placer inmediato, ya que se aloja en el estriado dorsal, área cerebral asociada con hábitos compulsivos y adicciones. En contraste, la dopamina obtenida mediante el deporte, por ejemplo, se aloja en la corteza prefrontal, favoreciendo la satisfacción a largo plazo y el bienestar.
En redes sociales, cada usuario vive su propia realidad, y basta con que encuentre personas afines para que el algoritmo refuerce sus creencias. Así han surgido teorías conspirativas como el terraplanismo, los movimientos antivacunas o el caso Pizza Gate.
Además, el documental destaca que las noticias falsas se difunden hasta seis veces más rápido que las reales, por lo que es clave desarrollar un pensamiento crítico y verificar las fuentes para combatir la desinformación y sus efectos.