Por Cristián López – Profesor de Filosofía.

            Siempre que uno se siente “conmovido” o “desafiado” por algo, atendiendo por cierto a motivos racionales y/o sentimentales, me dedico seguramente como ustedes lo hacen, a darle varias vueltas y plantearme preguntas, que por cierto y ya sabemos no siempre tienen respuestas certeras, con suerte son aproximaciones a algún indicio de claridad en las respuestas. 

            Con lo vivido últimamente es imposible no conmoverme para reafirmar que hay tanto que reflexionar sobre el «envejecer» pero no desde la discusión sobre la calidad y condiciones de vida, me refiero a «la conciencia personal sobre el proceso de envejecer» ¿cómo pensamos (si es que lo hacemos) este proceso personal? Es posible que usted relacione y con razón, esta pregunta con la muerte, pero honestamente la muerte no es algo que me preocupe o me importe, desde que descubrí la frase del maestro Camus la hice propia respecto a lo que considero un principio de acción en mi vida “desde que uno sabe que va a morir, no importa cómo ni cuando» pero este proceso de descubrimiento personal sobre el envejecer sí.

            No sé si existe una edad para comenzar a tomar conciencia personal sobre el “envejecer” quizás los que ya superamos los 50 pudiésemos tener alguna mayor idea respecto de esto, es un supuesto claro está, nada indica que es comprobable ni una verdad incuestionable. Quizás son otros los indicios de que este proceso está ocurriendo, y si bien la experiencia personal no es un argumento válido o del que se pueda establecer un principio universal existen situaciones que me ha tocado experimentar que al neos me indican una idea, cada cierto tiempo nos juntamos con un grupo de ex compañeros de curso del colegio, la última vez que nos reunimos alrededor de una parrilla y un fogón, bromeamos con que en cierto sector de la mesa se sientan los hipertensos, en otro los diabéticos, los que tenían problemas a los huesos y etc, pero también hubo otros temas muy distintos e interesantes, como el compartir perspectivas sobre ser padres a esta edad (50 años más menos) y quienes se han divorciado o separado de qué forma abordan posibles relaciones, el tono es distinto, la perspectiva es otra, la sinceridad al conversar también se percibe distinta, podría ser este un indicio de ese proceso reflexivo.

            Quizás usted ya está viviendo el proceso de no sentirse tan ágil de que las recuperaciones físicas no son las mismas, que disfruta de otra forma, encuentros, carretes, etc, o ha percibido que olvida mas rápido las cosas y le ocurren situaciones que superan el simple llamado de atención de “los olvidos”, “descuidos” o “no reconocer personas”, cuando uno envejece le envía un mensaje a su círculo cercano de diversas formas, no siempre es tan claro o puede que lo sea pero quien lo recibe lo minimiza.

            No pretendo (tampoco puedo) establecer profundas elucubraciones sobre lo que este proceso tan personal, íntimo pero relacional con el mundo y la realidad humana cotidiana. Tampoco tengo claro si es en realidad un tema que a mucha gente le importe, lo que sí tengo claro es que este natural proceso no tiene luces ni sombras propias, las tiene para los otros, y que  es una síntesis de muchas cosas. Quizás esta ahí a lo que debemos atender, no pelear con la naturaleza, aceptar naturalmente las consecuencias de lo que hemos hecho y vivido, la belleza de lo experimentado escapa obviamente a lo estéticamente observable, incluso cuando ya no estamos tan conscientes del aquí y ahora, con nosotros convivirán mundos e historias que otros no podrán nunca comprender en su valor íntimo profundo porque para muchos de ellos estos mundos quedan minimizados porque es lo que “cree un viejo”.

            Mis respetos, cariño y reconocimiento  para cuidadores y cuidadoras de personas mayores que poco a poco pierden el aquí y el ahora,  pero que cuidan con amor el valioso mundo íntimo presente y real para aquella persona que lo percibe, vive, sufre y disfruta.